“El
Evangelio de Hoy”: Jn 3,13-17
Lectura
del santo evangelio según san Juan:
En
aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo, sino el
que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente
en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el
que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida
eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo se salve por él." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Celebramos hoy la
fiesta de la exaltación de la santa cruz. En realidad no se trata de exaltar la
cruz sino a Jesús el crucificado en ella. Desde la cruz Jesús se eleva hacia el
Padre Dios que lo glorifica La
cruz un signo del gran amor de Jesús para con la humanidad. Sólo en ese sentido
podría exaltarse la cruz. Por eso, el evangelio insiste en que Jesús no vino a
juzgar, condenar o acabar el mundo, por el contrario, vino a dar testimonio de
que el amor es el camino seguro que conduce a la resurrección.
Leyendo
los evangelios nos damos cuenta que Jesús nunca amó el dolor, el sufrimiento o
la muerte. Siempre que lo vemos frente a una situación de sufrimiento lo que
hace es liberar de esa situación al que la padece, como los enfermos, los
dependientes o poseídos, los deprimidos, maltratados y marginados sociales. Por
eso tenemos que afirmar que la cruz no ha sido para Jesús un fin perseguido
sino una consecuencia de su amor y entrega a favor de su pueblo. Los seguidores
de Jesús no amamos la cruz, el sufrimiento ni el dolor; miramos al crucificado
y reconocemos el gran amor con que nos ha amado, siendo capaz hasta de aceptar
ser clavado por amor a nosotros.
Lo
nuestro es luchar contra las cruces que hoy cargan tantas personas, contra los
males que hacen florecer y multiplica los sufrimientos de la humanidad. Eso fue
lo que vivió Jesús y por eso lo clavaron. Ya es tiempo de superar la visión
espiritual masoquista por tanto predicada por la Iglesia y que tanto daño ha
causado. Dediquémonos a combatir las causas del sufrimiento y del dolor
innecesario. Como Jesús, acompañemos a los que sufren buscando aliviar sus
dolores. Tratemos de ser remedio para los males que padecemos. Si en ese
ejercicio nos llegan sufrimientos e ingratitudes, esa será nuestra cruz, pro no
buscada. Esa será la manera de exaltar, hoy y siempre, a aquel que por amor a
nosotros fue capaz pasar por la cruz.
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