EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 30 de mayo de 2013

¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?

“El Evangelio de Hoy”: Marcos 10,46-52
Lectura del santo evangelio según san Marcos:

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Palabra del Señor.


Reflexión

Las formalidades de nuestras tradiciones religiosas y el protocolo social no nos permiten gritar libremente nuestras necesidades ni pedir ayuda públicamente. Sin embargo, Bartimeo lo hace con una espontaneidad remarcable. Bartimeo está sentado a la orilla del camino, es “un don nadie”. Por su condición de mendigo y ciego, y por tanto excluido y marginado según la ley, no puede acompañar al séquito que sigue a Jesús. Pero por lo menos ha oído hablar de Jesús y a su paso por Jericó, ya cerca de Jerusalén, grita: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos intentan acallarlo (que no moleste) pero él grita aún más fuerte. Con la atención que le caracteriza, Jesús toma su tiempo para detenerse, llamar a Bartimeo y preguntarle personalmente: “¿Qué quieres que haga por ti?” Y él contesta: “Maestro que pueda ver”. La petición de Bartimeo está cargada de fe. Su sanación es fruto de su fe en Jesús. A pesar de que Jesús le dice que se vaya, él se convierte en discípulo modelo para Pedro y para todos los que queremos seguir a Jesús. Como Bartimeo que se despojó de su manto, lo único que tenía, para correr hacia Jesús, gritemos nuestra fe. Desde nuestra realidad personal y social, pidamos lo que queremos que Jesús haga por nosotros hoy. Escuchar el grito de nuestros hermanos y hermanas y responder a sus necesidades, forma parte también de nuestra misión. ¿Qué quieres tú que Jesús hagas por ti?

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