Lectura del santo evangelio
según san Juan:
En aquel tiempo, fuera,
junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al
sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y
otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan:
"Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han
llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media
vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice:
"Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el
hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has
puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se
vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!"
Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a
mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y
Dios vuestro." María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He
visto al Señor y ha dicho esto." Palabra del Señor.
Reflexión
María
Magdalena está buscando al Jesús muerto, pero el ya no está ahí. Lo está
buscando fuera de ella y él le habla al corazón. Su problema ahora es que le
han llevado al Maestro que la había comprendido y tratado con respeto y ternura.
Ya no tiene cerca al Profeta que había seguido fielmente hasta el final. Dos
mil años más tarde nosotros seguimos buscando a Jesús, como la Magdalena, en
lugares equivocados, fuera de la experiencia personal de encuentro con él. Cuando
buscamos a Jesús resucitado en los libros y en los documentos, difícilmente lo
vamos a encontrar. Para encontrarnos con el Resucitado es necesario, ante todo,
hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo
encontraremos en ninguna parte. Porque Jesús está vivo, está en la memoria
encarnada de quienes creen en él de todo corazón y están realizando hoy la
misión que él les encomendó de anunciar el Evangelio de la vida.
Nuestro
problema, como el de María Magdalena es que aún viendo a Jesús, no lo
reconocemos porque tenemos ideas preconcebidas de él y el nos sorprende en
medio de la vida sencilla de cada día. Si solo nos centramos en nuestros
problemas y no miramos con esperanza al futuro que él nos anuncia, él seguirá
muerto. Así que La invitación del Evangelio de Hoy es a que salgamos de la
tristeza que nos aporta la dura realidad
de nuestras vidas y nos dejemos iluminar por el Jesús vivo que viene a nuestro encuentro y nos llama por
nuestro nombre a confiar en él y su mensaje. Nuestra fe ha de vivirse en la
confianza en Jesús resucitado, luchando por hacer germinar la vida allí donde
aparentemente solo hay muerte y desolación.
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