Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
sábado, 23 de marzo de 2013
DECIDEN MATAR A JESÚS
“El Evangelio de Hoy”: Juan 11,45-57
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, muchos
judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús,
creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que
había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y
dijeron: "¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos
seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo
y la nación." Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les
dijo: "Ustedes no entienden ni palabra; no comprenden que les conviene que
uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera." Esto no lo
dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló
proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por
la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron
darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que
se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba
allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y
muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse.
Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: "¿Qué les
parece? ¿No vendrá a la fiesta?" Los sumos sacerdotes y fariseos habían
mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo. Palabra del Señor.
Reflexión
Con el signo realizado con Lázaro el hermano de Marta y de
María, de revivirlo varios días después de su muerte, se radicaliza la posición
de las autoridades contra Jesús. La gente se entusiasman con él y los judíos temen
que sus instituciones se desmoronen. Jesús es conducido a la muerte. Los signos
y prodigios que hacía dejaban en evidencia que el sistema religioso era caduco
y distante de la novedad que traía Dios a través de Jesús de Nazaret. Esos
hombres, en su cerrazón, prefirieron el camino equivocado, negándose a redescubrir
y sentirse fascinados por el Dios vivo y verdadero que Jesús acercaba a la
humanidad.
A veces entendemos equivocadamente el evangelio de hoy,
atribuyendo a Jesús una muerte deseada y demandada por su Padre Dios. La muerte
de Jesús en la cruz no fue un acto de masoquismo. Tampoco fue un acto planeado
por Dios; fue más bien la consecuencia de su radicalidad, de la opción por el
proyecto del Reino, de su amor a los más vulnerables; fue el resultado de
mostrar la novedad del rostro de Dios: un rostro amoroso, misericordioso, cercano
a los pobres y al servicio de la vida de los más desprotegidos de la historia.
Hoy corremos el riesgo de rematar a Jesús haciendo caso omiso a su palabra y organizándonos
de manera contraria a su enseñanza.
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