EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 27 de diciembre de 2012

JUAN EVANGELISTA, EL DISCÍPULO AMADO

“El Evangelio de Hoy”: Juan 20,2-8.

Lectura del santo evangelio según san Juan:

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Palabra del Señor.

Reflexión.

Celebramos la fiesta de san Juan evangelista, al que se le designa, en su mismo evangelio, como el discípulo amado. Hace dos días celebramos el nacimiento de Jesús y ya el evangelio nos lo presenta resucitado. La Resurrección es nacimiento a la vida del Reino de Dios.  El evangelio de Juan se caracteriza por ser de una hondura espiritual y teológica que lo hace diferente de los otros tres evangelios sinópticos. También se ha llamado a este evangelio el “evangelio de los signos”.  Por ratos tenemos dificultades para acercarnos a su mensaje, precisamente por estar narrado de manera simbólica. Todas las acciones de Jesús están relacionadas con los signos mesiánicos que evidencian la llegada del Reino de Dios.

El texto del evangelio de hoy se enmarca dentro de los relatos del “sepulcro vacío” y de las apariciones, que preparan el escenario para narrar la experiencia del Resucitado; esa experiencia que transforma el corazón y la mente de los discípulos del Señor. Los apóstoles son los testigos privilegiados de la resurrección. Cuando nosotros, a pesar de la distancia del tiempo y del espacio, nos asomamos al misterio como Pedro y  Juan, el discípulo amado, podemos vivir la experiencia de Cristo, glorioso y resucitado, quien camina con nosotros y transforma nuestras vidas. Desde esta  experiencia podremos continuar construyendo la nueva humanidad que nos ofrece el Dios con nosotros de la Navidad y de la Resurrección.

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