Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
lunes, 5 de noviembre de 2012
LA GRATUIDAD = HUMANIZAR
“El Evangelio de Hoy”: Lucas 14, 12-14
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los
principales fariseos que lo había invitado: "Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres,
lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán
cuando resuciten los justos." Palabra del Señor.
Reflexión
Todas estas enseñanzas de Jesús se
enmarcan en un esfuerzo por hacer notar la necesidad de ser críticos frente a
la realidad y a las prácticas que parecen naturales y normales pero que
realmente nos alejan de la fraternidad, de la justicia y la voluntad de Dios. Jesús
desafía los prejuicios sociales y religiosos de su época y su cultura. El
objetivo de los banquetes no era suplir las necesidades de alimento, sino que
eran un modo para conseguir nuevos aliados, consolidar antiguas amistades y
demostrar a simpatizantes y adversarios que se contaba con los recursos
económicos y sociales para asumir un gasto extraordinario. ¿Qué valor tiene
todo esto con miras a construir el Reino de Dios?
Hace ya dos mil años que Jesús advirtió
estos peligros a sus seguidores y seguimos en lo mismo como si nada. Lo primero
que hace Jesús es alertar a los invitados para que no caigan en el eterno juego
de sentarse en los asientos preferentes para indicar su posición social,
religiosa y política. El siguiente gesto se dirige al anfitrión, para que no
convierta un momento de encuentro y gratuidad en una ocasión para exhibir su
poder y su ambición. Para Jesús, la cena era un momento de comunión con todos
aquellos que, aunque excluidos de la escala social, religiosa o económica, eran
capaces de abrazar la causa del Reino y hacer del alimento un gesto de
solidaridad que anticipa la justicia de Dios. No podemos actuar como si no tuviéramos
fe. Cada acción de nuestra vida debe orientarse en la construcción de
estructuras que posibiliten ver la presencia del Reino de Dios.
No olvidemos que hemos sido asociados a
la misión de Jesús, con él vivimos, con él padecemos nuestros problemas y
dificultades, con el morimos y resucitamos. Nuestra fe cristiana nos desafía
hoy a retar los prejuicios culturales, que otorgan mayor valor a las personas
que cuentan con mayor crédito económico, excluyendo a aquellos que carecen de
los medios para hacerse reconocer de bancos, empresas e instituciones. Como
cristianos debemos saber que lo único que incrementa nuestro inmenso valor como
seres humanos es la capacidad de solidarizarnos con quienes han sido despojados
de su dignidad humana. Nuestros valores humanos nos hacen permiten vivir desde
ya en perspectivas de eternidad.
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