“El
Evangelio de Hoy”: Lucas 21, 5-11
Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo, algunos ponderaban la
belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
"Esto que contemplan, llegará un día en que no quedará piedra sobre
piedra: todo será destruido."
Ellos le preguntaron: "Maestro,
¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para
suceder?"
Él contestó: "Cuidado con que nadie
les engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo
soy", o bien: "El momento está cerca", no vayan tras ellos.
Cuando oigan noticias de guerras y de
revoluciones, no tengan pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero,
pero el final no vendrá en seguida."
Luego les dijo: "Se alzará pueblo
contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos
países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Palabra del Señor.
Reflexión
El templo de Jerusalén era una gran construcción
que había sido levantado en 80 años de trabajo, de sacrificio y de recursos
pagados por un pueblo pobre; no había templos de religiones conocidas en la
época que le superara. Su belleza y amplitud llevaba a exclamaciones y
ponderaciones como nos dice El Evangelio de Hoy. Jesús interpela a sus
auditores y les hace pensar un momento en todo eso, se sitúa críticamente
invitando a evaluar su utilidad y durabilidad. Las personas que se había sacrificado
para esta construcción, eran felices ¿qué aporta el templo a los ciudadanos que
lo utilizan para sus prácticas religiosas? ¿Cuál es la situación económica de
la gente en general? ¿Produce paz, produce fraternidad e igualdad?...
Toda práctica colectiva debe
colectivamente resultados integrales. La
crítica de Jesús pone en evidencia cómo la voluntad humana de poder se encubre
con espléndidos edificios religiosos y con teologías no menos sofisticadas. En la actualidad tenemos una situación
semejante; sólo que ahora no se cometen esas injusticias a nombre de la
religión, sino del ‘progreso’, la tecnología, la eficacia o el crecimiento
económico. Muchas guerras, catástrofes e injusticias se evitarían si, de una
vez para siempre, los seres humanos aprendieran el significado de los límites
que la misma existencia impone. Las construcciones no pueden sobrepasar las
posibilidades reales de los pueblos.
El Evangelio de Hoy nos recuerda que la
confianza hay que ponerla en Dios y su promesa de salvación. Lo que hay que
ponderar no son las bellezas físicas y las majestuosidades de nuestros
lugares de cultos sino, las buenas
relaciones entre las personas y las prácticas que nos eternizan, siguiendo a
Jesús. Lo que Jesús anuncia no es la destrucción y el caos, Él solo recuerda lo
que todo el mundo sabe: en el universo se dan catástrofes, fuertes vientos que
destruyen, terremotos que desmoronan hasta las mejores construcciones, guerra las
demoledoras. Nada de eso es el fin, el fin es la vida en Dios, la paz
universal, el Reino de Dios.
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