Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo dijo el Señor:
"Supongan que un criado de ustedes trabaja como labrador o como pastor;
cuando vuelve del campo, ¿quién de ustedes le dice: "En seguida, ven y
ponte a la mesa"? ¿No le dirán "Prepárame la cena, cíñete y sírveme
mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tienen que estar agradecidos al criado porque ha
hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: Cuando hayan hecho todo lo mandado, digan:
"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."
Palabra del Señor.
Reflexión
¿Qué hemos sido y qué
hemos hecho hasta hoy? ¿Sentimos que era eso lo que Dios nos ha pedido? La acción
de Dios hacia nosotros es Don gratuito de su parte. No nos pide nada a cambio y
así debe ser nuestro accionar de a favor de los demás. Dios nos llama a vivir
una misión durante nuestra vida. La vivencia de esa misión nos hará felices,
nos dará las energías suficientes para sentirnos comprometidos con nosotros
mismos y con nuestra sociedad. La religión con frecuencia convierte la
recompensa en una sutil y poderosa tentación. La parábola que propone el
evangelio contradice la lógica, que convierte la recompensa en una reacción
natural ante una acción aprobada. La búsqueda de compensaciones esconde un
peligro: el sentirse motivado sólo por estímulos externos y no valorar la
motivación interior propia, como motor de la acción. Otro peligro es considerar
más valiosa la gratificación que la acción. No podemos continuar creyendo que
nuestra salvación dependa de nuestras acciones. Dios ya nos ha salvado en Jesús,
su vida, su muerte y su resurrección. Lo nuestro tiene que ser experimentar
esta verdad reconociendo el amor que Dios nos tiene. A partir de ahí, estaremos
en la capacidad de confiar en el Señor y vivir para hacer su voluntad,
sirviendo a nuestros hermanos…
El evangelio de hoy nos enseña que desde la lógica cristiana la acción del
servicio es valiosa en sí misma y el valor agregado de esa acción es la
gratuidad. Nada hay más valioso que lo que no tiene precio y nada es más
gratificante que lo que se hace sin esperar recompensa. Esta lógica contradice
la de la prosperidad, en la que se esperan beneficios mayores, o al menos
proporcional, a la acción emprendida. El servicio diligente y desinteresado es
la respuesta de la naciente comunidad cristiana frente a la liturgia oficial
judía, que cambiaba favores divinos por ofrendas en dinero, alimentos y
animales para el sacrificio. Nosotros
tenemos hoy el desafío de romper con la estrategia de la cultura mercantilista,
que programa nuestras reacciones para responder únicamente al estímulo de la
recompensa o de la gratificación. Pidamos a Dios que nos acompañe con su
Espíritu de sabiduría para encontrar la manera de entender y acoger con alegría
su amor incondicional, y, aprender de él para vivir nuestra misión.
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