Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: "Si alguno de ustedes tiene un amigo y viene a medianoche para
decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de
viaje y no tengo nada que ofrecerle", y, desde dentro, el otro le
responde: "No me molestes; la puerta está cerrada, mis niños y yo estamos
acostados; no puedo levantarme para dártelos". Si el otro insiste llamando,
yo les digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por
la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así les digo a ustedes: Pidan y se les
dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá; porque quien pide, recibe;
quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre ustedes,
cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará
una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, pues,
que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?" Palabra del Señor.
Reflexión
Aunque el fondo de este
texto evangélico nos invita a la oración constante, las actitudes y valores
humanos que contiene son muy adecuados para nuestras relaciones con los demás. El
evangelio destaca dos valores: la fidelidad y la perseverancia. Dos valores que
en nuestros días son descuidados y hasta
sustituidos por el inmediatismo, la prisa y la eficacia mal entendida. Lo que
observamos en la vida de Jesús es completamente diferente. Jesús se detiene
frente a las personas que encuentra en su camino, mantiene su amistad y cariño,
responde a los requerimiento de los necesitados.
En este texto
la fidelidad se manifiesta en la recepción del huésped inesperado. No
importa si llega sin avisar; para la cultura del pueblo de Jesús, los deberes
de hospitalidad son sagrados. Por esta razón el anfitrión se anima a importunar
a su vecino para atender al amigo que ha llegado. El visitante es merecedor de
todas las atenciones y el cuidado que se preste a estas obligaciones revela la
calidad humana del anfitrión. La perseverancia se manifiesta en la capacidad de
no dejarse vencer por los obstáculos y de mantener siempre claros los objetivos
de la tarea que se ha emprendido; no importa que una persona parezca
inoportuna, si las metas que se proponen obedecen a un propósito noble. La confianza
ayuda a perseverar sabiendo que en el fondo no inoportuna sino que espera pacientemente
una respuesta a su necesidad.
Hoy tenemos la oportunidad de revisar cómo
vivimos nosotros estos valores de la fidelidad y la perseverancia. La fidelidad
no se aplica solamente en el caso matrimonial sino en toda relación humana. En
la vida cristiana ocurre algo semejante. Jesús es nuestro huésped y llega a
nosotros en la Palabra, en la eucaristía, en la persona necesitada. Para
recibirlo bien, con frecuencia debemos asumir compromisos, pasar vergüenza e
incluso importunar a otras personas, despertarlos, “sacarlos de su lecho”. Sin
embargo, si asumimos los deberes de la hospitalidad para con nuestro Señor y
Maestro, lo recibiremos correctamente y le daremos la prioridad que se merece.
Finalmente estaremos contentos de
acogerlo en nuestra vida y compartirlo con nuestros hermanos y hermanas. Los
otros también se beneficiarán de nuestra acogida fiel y perseverante.
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