Lectura del santo evangelio según san
Marcos:
En aquel tiempo, se acercaron unos
fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito a
un hombre divorciarse de su mujer?" Él les replicó: "¿Qué les ha
mandado Moisés?" Contestaron: "Moisés permitió divorciarse, dándole a
la mujer un acta de repudio." Jesús les dijo: "Por su terquedad dejó
escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó
hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá
a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos,
sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre." En
casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo:
"Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio
contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro,
comete adulterio." Le acercaban niños para que los tocara, pero los
discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: "Dejen que
los niños se acerquen a mí: no se lo impidan; de los que son como ellos es el
reino de Dios. Les aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño,
no entrará en él." Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos. Palabra
del Señor.
Reflexión invitada: CONTRA EL PODER DEL VARÓN
Los fariseos
plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una
cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de
Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas
escuelas rabínicas: “¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?”.
No se trata del
divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer
judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés,
el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa.
La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de
Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a
descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas.
Esta ley “machista”, en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la “dureza
de corazón” de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su
voluntad.
Jesús ahonda en el
misterio original del ser humano. Dios “los ha creado varón y mujer”.
Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder
sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y
mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta
estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que
va más allá de todo lo establecido por la “dureza de corazón” de los
varones. Mujeres y varones se unirán para “ser una sola carne” e
iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto
matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no
tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no
ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir
unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: “Lo
que Dios ha unido, que no lo separe el varón”.
Con esta posición,
Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus
formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo
en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar
el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia
sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la
Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del
varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la “dureza de
corazón” de los varones?
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