“El Evangelio de Hoy”: Mc 2,13-17
Lectura del santo
evangelio según san Marcos:
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del
lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Se
levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos
que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus
discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y
pecadores, les dijeron a los discípulos: "¡De modo que come con publicanos
y pecadores!" Jesús lo oyó y les dijo: "No necesitan médico los
sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores." Palabra
del Señor.
Reflexión
¿En cuál renglón nos situamos nosotros? ¿Somos justos o
pecadores? A nosotros ¿Qué nos pide Jesús hoy? Creo que tenemos que estar claros, 2000 años después de Jesús de
que él nos llama
a seguir sus pasos, a que nuestra vida se convierta en la memoria misma de
Jesús. Tanto si nos consideramos justos como si nos consideramos pecadores,
Jesús nos invita a lo mismo, a seguirle. Seguir a Jesús significa creer en él,
vivir como él, adoptar su estilo y su modo de vida. Esto se dice con cierta
facilidad, lo difícil es hacer el proceso de abrirnos a su llamado y decirle
sí, con nuestra práctica cotidiana, con nuestra apertura a los demás, con
nuestra compasión y cariño por quienes nos rodean sin prejuicios ni condenas
precipitadas.
Como Leví o Mateo, hoy existen muchas personas públicamente
rechazadas por sus opciones de vida distintas a las nuestras y por sus acciones
contrarias al Evangelio y los valores del Reino. Existen muchos abusadores de
los más pequeños, de los empobrecidos y los sin voz. Muchos corruptos en todos
los niveles de vida, en todas las instituciones, incluyéndonos nosotros la
Iglesia. Pues tenemos que decir, con Jesús, Hoy: no he venido a llamar a los
justos sino a los corruptos, a los viciosos, a los violadores y abusadores…
Pero Jesús no nos llama para legitimar la mala práctica, no nos llama a
continuar destruyendo la vida propia y ajena sino a seguirle a él, el dador de
vida, el dispuesto hasta a morir por dar vida en abundancia. Acojamos su
llamado con alegría y decidámonos con fe a hacer el proceso sano de conversión
para el seguimiento de Jesús.
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