“El Evangelio de Hoy”: Lucas 24, 46-53
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén.
Ustedes
son testigos de esto. Yo les enviaré lo que mi Padre ha prometido; ustedes quédense
en la ciudad, hasta que se revistan de la fuerza de lo alto."
Después
los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y
mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos
se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban
siempre en el templo bendiciendo a Dios. Palabra
del Señor.
Reflexión
invitada: LA BENDICIÓN DE JESÚS
José Antonio Pagola.
José Antonio Pagola.
Son los últimos
momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente
en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo
como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús solo
piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia
de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse
perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende
y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato
de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o
teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero:
“vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los
que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida
trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús
conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la
audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el
representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo
os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza
de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar
gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de
este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y
bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio
insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos
se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra
primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza.
No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está
perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es
posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar
por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más
solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma
crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de
Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”.
Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando
gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza
en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.
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