Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En el año quince del reinado del emperador Tiberio,
siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su
hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene,
bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan,
hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del
Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como
está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz
grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios. “Palabra
del Señor.
Reflexión
Los primeros cristianos vieron en la actuación del
Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo
largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue
urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a Jesús entre nosotros. ¿Cómo
escuchar y acoger ese grito hoy? Lo primero es tomar conciencia de que
necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. Necesitamos sintonizar
vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su
pasión por Dios y por el ser humano.
En medio del “desierto espiritual” de la sociedad
moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar
donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos
creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno
al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su
fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas. En los evangelios aprendemos un estilo de vivir
realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de
Jesús. La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace
nacer a una fe nueva, por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la
fe por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, como contagio. En contacto
con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de
Jesús.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la
presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y
recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por
Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto
de la “nueva evangelización” consiste en ponernos en contacto directo e
inmediato con Jesús. Con él es posible engendrar una fe nueva.
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