“El Evangelio de Hoy”: Mt 13,
24-30.
Lectura del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su
campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio
del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga
apareció también la cizaña.
Entonces fueron los criados a decirle al amo:
"Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la
cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le
preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la
cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la
siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arranquen primero la
cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi
granero.' Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy nos habla de la contestación
y la protesta de todas las épocas, consecuencia del malestar que se experimenta
en una sociedad conflictiva. Sin duda, la contestación es algo necesario para
purificar la sociedad. Y la fe cristiana puede y debe ser fuente dinámica de
comportamiento contestatario. Pero no por esto es positivo contestar cualquier
cosa y de cualquier manera. También la conciencia crítica necesita ser
criticada y purificada. La protesta que surge de la intolerancia, el fanatismo
y la intransigencia, fácilmente puede acentuar las divisiones, las discordias y
los partidismos, haciendo más difícil el esfuerzo común necesario para una
transformación social. De manera fácil e irresponsable clasificamos a las
personas y las etiquetamos de progresistas o conservadores, vanguardistas o
integristas, izquierdas o derechas, dividiendo de nuevo el mundo en «buenos
y malos» y condenando a quien no coincide con nuestra visión de las
cosas.
De esta manera, vamos empobreciendo nuestra capacidad de
diálogo y colaboración, adoptando posturas previas que nos encierran en nuestra
propia posición y nos colocan falsamente por encima de los demás. Eso puede
esconder una manera infantil de ocultar la propia mediocridad y la incapacidad
de actuar de manera más constructiva y comprometida. No se trata de silenciar nuestra
conciencia crítica, sino de saber asumir nuestra propia responsabilidad con
lucidez, sin ver siempre en los demás «cizaña» que hay que arrancar y en
nosotros «trigo limpio» que hay que respetar. No es suficiente recriminar a
otros, lamentarse de las estructuras existentes o descargar nuestra
responsabilidad, considerando siempre las injusticias consecuencia del pecado
de los demás. También en cada uno de nosotros hay «cizaña» que debe
desaparecer.