EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 22 de marzo de 2018

ENTENDER A JESÚS


 “El Evangelio de Hoy”: Jn 8,51-59

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Se lo aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre." Los judíos le dijeron: "Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?"
Jesús contestó: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien ustedes dicen: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocen. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como ustedes, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, su padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría." Los judíos le dijeron: "No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "les aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo." Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. Palabra del Señor.

Reflexión

Ya decíamos ayer que el Evangelio de San Juan está lleno de expresiones profundas y simbólicas que hay que entender el conjunto de su escrito. “Los oyentes de Jesús no entienden su lenguaje. Son dos niveles de lenguaje que no encuentran coincidencia. Jesús habla con un lenguaje profundo, simbólico, trascendente. Sus adversarios se mueven en el nivel del lenguaje convencional, formal, superficial. Por eso es imposible que se puedan entender”. De toda manera, lo importante es que su vida responde a la voluntad de Dios. Su solicitud por los más pobres y necesitados nos muestra la misericordia de Dios. Su comprensión de la realidad que golpea, especialmente a los más débiles, nos ayuda a recordar que Dios es la defensa de su pueblo. Él no nos deja abandonados.

Jesús es nuestro Maestro, nuestro líder. Para vivir nuestra fe nos fijamos en él, en su forma y en el contenido de su misión. “De alguna manera, nosotros también estamos llamados a vivir esa profunda experiencia de comunión vital con Dios para mostrar su rostro a la humanidad. La misión evangelizadora, por lo tanto, no consiste en elaborar y pronunciar discursos acerca de Dios, sino de mostrar en las actitudes humanas la acción salvífica, liberadora de Dios”. Pidámosle al señor que nos guíe con su Espíritu para poder profundizar nuestra vida en la fe y vivir una práctica religiosa al estilo de Jesús.

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