"El Evangelio de Hoy”: Mt 9,14-15
Lectura
del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a
Jesús, preguntándole: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo
y, en cambio, tus discípulos no ayunan?" Jesús les dijo: "¿Es que
pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?
Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN.
Durante la Cuaresma
escucharemos muchas veces al evangelio traernos el tema del ayuno y
de otros signos penitenciales del Antiguo Testamento. Nosotros no
tenemos que centrarnos mucho en el tema del ayuno sino en el amor. Ya Jesús ha
asumido por nosotros, por amor, todo el sacrificio necesario y la penitencia
necesaria. Siguiéndolo a él, nos dedicaremos a vivir la solidaridad, el
compartir, el servicio a los necesitados, el cuidado de la vida y sus detalles
cotidianos. Ese es el ayuno que Dios quiere. Si Jesús está con nosotros, él se
encarga de perdonarnos y nos enseña a perdonar. Cuando nos divorciamos de Jesús
y su manera de ser y de actuar, entonces necesitamos hacer de nuevo el espacio
en nuestra vida para que él venga y habite. Ese es el sentido del ayuno, tener
un espacio en nuestro interior reservado a Jesús. Eso nos garantizará una vida
sensible al hambre de quienes nos rodean y el compartir necesario a partir de
nuestro amor a Dios y al prójimo. Nonos olvidemos que Jesús nos invita a vivir
llenos de alegría. Aprovechemos nuestro tiempo para promover la alegría de
vivir y alegremos la vida de quienes conviven con nosotros. “…Yo estaré siempre
con ustedes”… Mt 28, 20.
Hay prácticas y celebraciones religiosas
en apariencia “buenas”, pero que, por no estar impregnadas de esta justicia,
distorsionan la relación con Dios y desembocan en una religión interesada y
deshumanizante: “el día de ayuno buscan su propio interés, y no hacen nada por
sus hermanos y hermanas. Si
aspiramos a vivir esta Cuaresma de manera verdadera tendremos que hacer el
esfuerzo de practicar aunque sea un poco de nuestra fe cada día para poder
llegar a la Vigilia Pascual con la decisión de vivir la resurrección con Jesús.
La religión verdadera nos saca de nosotros mismos, haciendo sentir como propias
las necesidades de los otros: “Este es el ayuno que yo quiero: abrir las
prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los
oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne”. En la medida que
nuestra práctica de la religión se humaniza y se convierte en fraternidad y
justicia, en esa medida, experimentamos la presencia del novio con nosotros. No
necesitamos afligirnos sino buscar la alegría y la paz que nos aporta Jesús.
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