“El Evangelio de Hoy”: Jn 12, 24-26
Lectura del Santo
Evangelio según San Juan
«Les aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a
sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará
para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí
también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará». Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La fe de Jesús nos desafía hasta el
fondo. «Les aseguro, que si el grano
de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho
fruto». Jesús es claro. Con la vida sucede lo mismo que con
cualquier semilla, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir
un día fruto. Si «no muere», se queda solo encima del terreno. Por el
contrario, si «muere» vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos frutos y
semillas para continuar la existencia.
Así Jesús nos enseña que su muerte,
no será un fracaso, sino lo que dará fecundidad a su vida. Nos invita a sus
seguidores a vivir según esta misma ley paradójica: para dar vida es necesario
«morir». No se puede ayudar a vivir si uno no está dispuesto a «desvivirse» por
los demás. Nadie contribuye a un mundo más justo y humano viviendo apegado a su
propio bienestar. Nadie trabaja seriamente por el reino de Dios y su justicia,
si no está dispuesto a asumir los riesgos y rechazos, la conflictividad y
persecución que sufrió Jesús.
Cuando uno ama y vive intensamente
la vida, no puede vivir indiferente al dolor grande o pequeño de las gentes. El
que ama se hace sensible, vulnerable. Amar a los otros incluye sufrimiento,
«compasión», solidaridad en el dolor. «No existe ningún sufrimiento que nos
pueda ser ajeno». Esta solidaridad dolorosa hace surgir salvación y liberación
para el hombre. Es lo que descubrimos en el Crucificado: sólo salva el que
comparte el dolor, y se solidariza con el que sufre.
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