EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

lunes, 17 de noviembre de 2014

SEÑOR, QUE VEA DE NUEVO

 “El Evangelio de Hoy”: Lc 18, 35-43

Lectura del santo evangelio según san Lucas: 

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello, y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno". Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!"
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" El dijo: "Señor, que vea otra vez". Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado". En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios. Palabra del Señor.

Reflexión

El Texto evangélico de la sanación del ciego de Jericó es una gran invitación a ver de nuevo. Ver de nuevo significaría, estar abiertos a lo que Dios nos pide hoy en medio de nuestras situaciones. Es el ejercicio profético que nos aportan los escritos de la Biblia que llamamos proféticos. Estar atentos y atentas para discernir qué nos dice Dios en la coyuntura actual, para ponernos a su servicio comunicando a los  otros el mensaje de Dios. Descubrir la voluntad de Dios para vivirla. Ver otra vez significa ver de manera nueva, cambiar, dignificarse.

Pongamos mucha atención pues en nuestro tiempo asistimos a una situación semejante. Muchas personas  buscan a Jesús porque lo ven como una fuente de milagros o, incluso, de poder de dominación. Otras lo siguen impresionadas por los títulos con los que se exalta su figura. El evangelio nos invita a pedirle a Jesús que sea Él quien abra nuestros ojos para que seamos nosotros mismos quienes lo descubramos en los rostros de las personas que lo sirven en los más pobres y que sufren al defender a las víctimas y al exigir justicia, como Él lo hace. Dejemos que Jesús abra nuestros ojos. No tengamos miedo a ver lo que antes no alcanzábamos a ver. Admitamos nuestras cegueras y pidámosle a Jesús que tenga compasión de nosotros y los demás.

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