“El Evangelio de Hoy”: Lucas 9, 18-24
Lectura
del santo evangelio según san Lucas:
Una vez que Jesús estaba orando solo, en
presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy
yo?"
Ellos contestaron: "Unos que Juan el
Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los
antiguos profetas."
Él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo?"
Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías
de Dios."
Él les prohibió terminantemente decírselo a
nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser
desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar al tercer día."
Y, dirigiéndose a todos, dijo: "El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa la salvará." Palabra del Señor.
Reflexión Invitada: ¿QUIÉN ES PARA NOSOTROS?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
La escena es conocida. Sucedió en las
cercanías de Cesarea de Filipo. Los
discípulos llevan ya un tiempo acompañando a Jesús. ¿Por qué le siguen? Jesús
quiere saber qué idea se hacen de él: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.
Esta es también la pregunta que nos hemos de hacer los cristianos de hoy.
¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué idea nos hacemos de él? ¿Le seguimos?
¿Quién es para
nosotros ese Profeta de Galilea, que no ha dejado tras de sí escritos sino
testigos? No basta que lo llamemos “Mesías de Dios”. Hemos de seguir dando
pasos por el camino abierto por él, encender también hoy el fuego que quería
prender en el mundo. ¿Cómo podemos hablar tanto de él sin sentir su sed de
justicia, su deseo de solidaridad, su voluntad de paz?
¿Hemos
aprendido de Jesús a llamar a Dios “Padre”, confiando en su amor incondicional
y su misericordia infinita? No basta recitar el “Padrenuestro”. Hemos de
sepultar para siempre fantasmas y miedos sagrados que se despiertan a veces en
nosotros alejándonos de él. Y hemos de liberarnos de tantos ídolos y dioses
falsos que nos hacen vivir como esclavos.
¿Adoramos en
Jesús el Misterio del Dios vivo, encarnado en medio de nosotros? No basta
confesar su condición divina con fórmulas abstractas, alejadas de la vida e
incapaces de tocar el corazón de los hombres y mujeres de hoy. Hemos de
descubrir en sus gestos y palabras al Dios Amigo de la vida y del ser humano.
¿No es la mejor noticia que podemos comunicar hoy a quienes buscan caminos para
encontrarse con él?
¿Creemos en el
amor predicado por Jesús? No basta repetir una y otra vez su mandato. Hemos de
mantener siempre viva su inquietud por caminar hacia un mundo más fraterno,
promoviendo un amor solidario y creativo hacia los más necesitados. ¿Qué
sucedería si un día la energía del amor moviera el corazón de las religiones y
las iniciativas de los pueblos?
¿Hemos
escuchado el mandato de Jesús de salir al mundo a curar? No basta predicar sus
milagros. También hoy hemos de curar la vida como lo hacía él, aliviando el
sufrimiento, devolviendo la dignidad a los perdidos, sanando heridas, acogiendo
a los pecadores, tocando a los excluidos. ¿Dónde están sus gestos y palabras de
aliento a los derrotados?
Si Jesús tenía
palabras de fuego para condenar la injusticia de los poderosos de su tiempo y
la mentira de la religión del Templo, ¿por qué no nos sublevamos sus seguidores
ante la destrucción diaria de tantos miles de seres humanos abatidos por el
hambre, la desnutrición y nuestro olvido?
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