Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo, habiendo echado Jesús
un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: "Si echa los demonios,
es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían
un signo en el cielo. El, leyendo sus pensamientos, les dijo: "Todo reino
en guerra civil va a la ruina, y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás
está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo hecho los
demonios con el poder de Belzebú; y si yo echo los demonios con el poder de
Belzebú, sus hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán sus
jueces. Pero si yo echo les demonios con el dedo de Dios, entonces es que el
Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado
guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta
y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no
está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando un
espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un
sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "volveré a la casa
de donde salí". Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va
a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final
de aquel hombre resulta peor que el principio". Palabra del señor.
Reflexión
¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué lugar ocupa
Jesús en nuestra manera de concebir y organizar nuestra vida? ¿Cuáles opciones
y acciones asumimos nosotros
especialmente por nuestra fe en Jesús? El Evangelio de hoy “nos invita a darle el debido lugar a Jesús.
Sus opositores intentaban desprestigiarlo con acusaciones absurdas y
colocándolo al nivel de los exorcistas populares que obraban por puro capricho”.
Tenemos muchos conceptos aprendidos sobre Jesús. Los títulos que le adjudican las
Escrituras no pueden ser nuestra confesión de fe a menos que hayamos tenido una
experiencia personal o comunitaria de él. Nosotros también podemos estar desprestigiando
a Jesús con nuestra manera de vivir si no llenamos de significado nuestro ser
cristianos y cristianas.
Cuando sus contemporáneos
lo acusan de formar parte del “reino del mal”, obrando con las fuerza del jefe
de los demonios, “Jesús les responde con argumentos, demostrándoles cómo la realización
del bien no requiere medios mágicos, sino
únicamente la fe en Dios” y la determinación para obrar según su voluntad. “Él se presenta como el hombre fuerte que
puede restablecer el orden en la casa; él, con su presencia, logra llenar el
espacio dejado por los miedos y temores, que se alejan cuando se emprende un
camino de liberación interior”. La vida de los creyentes no puede ser un
ejercicio instintivo ni al azar. Es una vida consciente y decidida, con toda la
confianza en el Señor, pero dando pasos concretos y conscientes para realizar
lo que creemos.
En nuestra época como
en la de Jesús tenemos que revisar nuestra manera de vivir la fe. “En la vida cristiana tenemos el desafío no
sólo de obrar el bien, sino también el deber de reconocerlo allí donde
acontece, incluso, si las obras buenas realizadas no pertenecen a la religión
cristiana; es un deber cristiano acoger y exaltar ese bien. Tenemos también el
desafío de permitirle a Jesús que ponga orden en nuestra casa, en nuestro
interior, en nuestra mente. En vano haremos terapias de liberación interior, de
sanación, de reconciliación, si el lugar del temor, de la angustia y de la
violencia no es ocupado por el amor de Dios.” Y ese amor puede ser vivido y
compartido con personas y colectivos sin que
sea propiedad privada de nadie. Que
el Espíritu Santo nos oriente hacia una práctica cristiana capaz de aportar el
bien y reconocer el bien que otros hacen en nuestras comunidades.
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