EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 25 de octubre de 2012

EL BAUTISMO EN CRISTO


“El Evangelio de Hoy”: Lucas 12, 49-53

Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer al mundo la paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra". Palabra del Señor.

Reflexión

En el Evangelio de Hoy, el  fuego y del agua representan la presencia del espíritu Santo. El Fuego y el agua actúan al mismo tiempo en la vida cristiana y en diferentes momentos de la vida cristiana: la iniciación bautismal y la confirmación del compromiso. El bautismo que Jesús propone no sólo sugiere un proceso de purificación, como los ritos judíos, o un proceso de conversión, como exigía Juan Bautista. El bautismo cristiano es la inmersión en el camino de Jesús, en sus convicciones y también en sus acciones y conducta. En el bautismo en Jesús se crean  lazos fraternos y relaciones cercanas y eternas.
Claro está que nada de esto se asume de manera automática como por magia. La realización del bautismo se va concretando en el día a día del seguimiento de Jesús. Escuchando diariamente la palabra de Dios que nos va guiando hacia la realización definitiva, podemos ir discerniendo nuestras opciones fundamentales y creciendo poco a poco en nuestro deseo de vivir en Cristo y dejar espacio en nuestra vida para que Cristo se instale y salve.
Somos invitados a profundizar nuestra identidad cristiana. Que nuestra división no esté constituida por apologías estériles, sino por opciones radicales al servicio de nuestros hermanos y hermanas. Nuestras convicciones no tienen que ser vividas en términos de competencia contra nuestros semejantes sino a su servicio. Asumamos humildemente nuestra vida en la fe y dejemos que sea el mismo espíritu el que nos vaya suavemente impulsando hacia la obediencia a Dios en la práctica evangélica de la vida fraterna y la búsqueda de justicia compartida.

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