Lectura
del Santo Evangelio según San Juan.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Palabra del señor.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Palabra del señor.
Reflexión
invitada: RECORRIDO
HACIA LA FE
Estando ausente Tomás, los
discípulos de Jesús han tenido una experiencia inaudita. En cuanto lo ven llegar,
se lo comunican llenos de alegría: “Hemos visto al Señor”. Tomás los
escucha con escepticismo. ¿Por qué les va creer algo tan absurdo? ¿Cómo pueden
decir que han visto a Jesús lleno de vida, si ha muerto crucificado? En todo
caso, será otro.
Los discípulos le dicen que les
ha mostrado las heridas de sus manos y su costado. Tomás no puede aceptar el
testimonio de nadie. Necesita comprobarlo personalmente: “Si no veo en sus
manos la señal de sus clavos… y no meto la mano en su costado, no lo creo”.
Solo creerá en su propia experiencia.
Este discípulo que se resiste a
creer de manera ingenua, nos va a enseñar el recorrido que hemos de hacer para
llegar a la fe en Cristo resucitado los que ni siquiera hemos visto el rostro
de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus abrazos.
A los ocho días, se presenta de
nuevo Jesús a sus discípulos. Inmediatamente, se dirige a Tomás. No critica su
planteamiento. Sus dudas no tienen nada de ilegítimo o escandaloso. Su
resistencia a creer revela su honestidad. Jesús le entiende y viene a su
encuentro mostrándole sus heridas.
Jesús se ofrece a satisfacer sus
exigencias: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano, aquí tienes
mi costado”. Esas heridas, antes que “pruebas” para verificar algo, ¿no
son “signos” de su amor entregado hasta la muerte? Por eso, Jesús le invita a
profundizar más allá de sus dudas: “No seas incrédulo, sino creyente”.
Tomás renuncia a verificar nada.
Ya no siente necesidad de pruebas. Solo experimenta la presencia del Maestro que
lo ama, lo atrae y le invita a confiar. Tomás, el discípulo que ha hecho un
recorrido más largo y laborioso que nadie hasta encontrarse con Jesús, llega
más lejos que nadie en la hondura de su fe: “Señor mío y Dios mío”.
Nadie ha confesado así a Jesús.
No hemos de asustarnos al sentir
que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera
sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas,
sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en
nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.
La fe cristiana crece en nosotros
cuando nos sentimos amados y atraídos por ese Dios cuyo Rostro podemos
vislumbrar en el relato que los evangelios nos hacen de Jesús. Entonces, su
llamada a confiar tiene en nosotros más fuerza que nuestras propias dudas. “Dichosos
los que crean sin haber visto”. JOSÉ ANTONIO PAGOLA.
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